Pero, el problema es que Jace cree que el es su padre. Y eso es lo peor. Valentine quiere destruir a todos los cazadores de sombras, y solo queda que se alien todos.
Cazadores d e sombras: Ciudad de los angeles caidos. Los cazadores de sombras leales a Valentine han estado muriendo. Y los subterraneos vampiros y hombres lobo se enemistan otra vez con los cazadores de sombras. Cada vez los peligros son mayores en el cuarto libro de cazadores de sombras. Cazadores de sombras: Ciudad de las almas perdidas. Amatis me odia. Y Luke me ha abandonado. Estoy sola. Nunca he estado tan sola, y es todo por mi culpa.
Y ven a la ventana. Le di a tu amigo de la celda de al lado algo de susto. Del tipo que me recuerda a la gente de la calle de vuelta a casa. Tengo que decir que estoy sorprendido. No hay problema. Yo me inclino a pensar que ambas. No ahora —la mirada de Jace continuaba firme—. Y deja de mostrarme los colmillos. No de una herida que durase.
Mira, te he dicho la verdad. De hecho, dudo que se preocupen de un Submundo de una manera o de otra. Pues no se lo digas. Pero hay algo. Los ojos de Jace brillaron con reflejos de luz. Protege a los Lightwood si puedes. El sonido vino otra vez, un afilado traqueteo-golpeteo proveniente de la ventana.
Lo siento, pero no puedo. No puedo salir de la casa. Hoy no. Simplemente no puedo. Casi demasiado bien. Clary se encontraba un paso a su lado. Necesitamos que nos lleven. Es un secreto. Voy a ver a Ragnor Fell.
Jace, o los Lightwood. Clary puso los ojos sobre las tablillas. Vamos, sube. Pez dispenser: aparatitos que contienen y expenden caramelos al levantar una palanca con forma de cabeza de distintos personajes. Ella tiene toda una red de informantes. Detesta dejar el Instituto. No hay otro lugar igual. Es el mejor lugar de la Tierra. Y eso debe haber sido bastante horrible. Valentine es un monstruo. Creo que Valentine le quiso, a su manera… -No —la voz de Sebastian era cortante—.
Me temo que eso es imposible. Mira el claro. Un serpenteante sendero bordeado por piedras que llevaban a la puerta principal. Alguien que pareciera como un vikingo, con hombros anchos. Magnus Bane. De todos modos, no puede ayudarnos.
Y en realidad, es culpa tuya que tuviera que congelarlo durante un ratito. Estabas terriblemente cerca de decirle que no soy Ragnor Fell. El interior de la casita estaba sin luz. Incluso los cristales de la ventana estaban hechos trizas. Todo destruido, y la fetidez de demonios por todas partes.
Pero los demonios no pueden entrar en Idris… -No te digo que lo hayan hecho. El lugar apestaba a algo demoniaco en origen. El cuerpo de Ragnor estaba sobre el suelo. Sebastian, Jace y Simon. Los Lightwood… -Ah —dijo Magnus—. Es por mi culpa. Un libro de hechizos especial. Fue atacado por los siervos de Valentine.
Ellos reclamaron el Libro del Blanco. En la biblioteca, de hecho. Recetas Sencillas para Amas de Casa. Nadie puede decir que tu madre no tuviera sentido del humor. Especialmente a los Submundo. Una vez que consigas el Libro del Blanco, quiero que me lo traigas directamente. Por supuesto que lo quiero. Es bueno, lo prometo.
No puedo hacerlo. Esto no es simplemente un problema menor. Esto es cosa de vida o muerte. Ahora marchaos. Los ojos de gato de Magnus brillaban.
Magnus estaba en la puerta de la casita, los brazos cruzados sobre el pecho. Supuso que era bueno que uno de ellos lo hiciera. Aunque, los brujos son caprichosos. El humo estaba ascendiendo por la chimenea con la forma de figuritas bailando. No pasa nada por lo de Fell. Era la casa de los Fairchild.
Las negras tierras abrasadas. Ella dio un paso dentro de las ruinas sobre una plataforma de piedra ennegrecida.
Agitaba su oscuro cabello sobre su rostro. Lo tuvo. Lo tiene. Su tacto era suave, casi indeciso—. Lo he escuchado todo sobre ti, Clary. No, en absoluto. Su tacto era suave, a pesar de los callos de las yemas de sus dedos. Y al mismo tiempo…— Jace es mi hermano. Nada de eso. Siento que es un error. No me digas que no. Sebastian estuvo en silencio mientras le ayudaba a montar a Caminante de nuevo. Fue como si todo en el mundo se detuviera de golpe con un chirrido.
Simon, ese vampiro que trajeron con ellos de Nueva York. Jace me dijo lo que le contaste, y quiero que sepas que pienso que es realmente valiente. Llevaba una camisa muy ajustada y una chaqueta oscura. Una cadena dorada brillaba en su garganta. Simon casi dio arcadas sobre la sangre que estaba bebiendo. No era algo que le gustara recordar. Soy como el humo.
Yo tengo el mando en su ausencia. Y no te ofendas, pero realmente no pienso en ti como en uno de mi clase. Eres testarudo. Esa palabra.
Puedes decirla, y yo no… Dios. Y fe, o su ausencia… Ambas son de alguna manera la misma cosa. Los ojos de Raphael se estrecharon. A Simon se le puso el vello de punta. No hay un Submundo sobre la faz de la Tierra que no quiera ponerte la mano encima. Creo que eres un peligro para todos nosotros. Un peligro para la clase vampira, si lo prefieres.
Y no puedes quedarte en esta celda para siempre, Daylighter. Pero puedo decirte una cosa. Pero Simon ya estaba sacudiendo la cabeza. O a Clary. Raphael hizo un sonido irritado. Ahora eres un vampiro. Por toda la eternidad. Apuesto a que ni siquiera saben que eres un vampiro.
Los ojos de Raphael brillaron. Es lo que yo creo. Acepta su muerte. Es lo que te hace tan peligroso. Los ojos de Clary se abrieron de golpe. Sentado a la mesa Jace. Estaba inclinado hacia delante apoyado sobre los codos, su cabello dorado alborotado, su camisa ligeramente abierta por el cuello.
No es que a ella le importara. Clary simplemente lo miraba, sin palabras. Acabas de conocerle, Clary. Simon confiaba en ti. Casi me mata. Sobre ti, en realidad. Los Nephilim. Ellos cumplen la Ley. No puedes entrar en el Gard como si tal cosa. Iba a soltarle. Iba a hacer pedazos los barrotes de la ventana con mis manos —su voz era realista—. Lo que necesitas es una cuartada. Y que Fell fue asesinado por siervos de Valentine.
Eso fue todo lo que dijo. Lo he visto antes. En la biblioteca de la casa. Primero, Jonathan Morgenstern, y ahora el vampiro jefe de la ciudad de Nueva York. Estoy impresionado. Yo no he dicho nada… -La vi por la ventana. Las runas estaban escavadas en la piedra de forma superpuesta, unas sobre otras como los guijarros en la playa.
Samuel hizo un sonido ahogado, como una risa que no pudiera emerger completamente de su garganta. Sus metas. Pensaba que eran impenetrables. Y yo le creo. Cuando me interrogaron. Es como algo sacado de un cuento de hadas. Este es el estudio y nosotros necesitamos la biblioteca. Al pasillo daban una serie de puertas, algunas de ellas abiertas.
Todo respiraba pesar y desuso. Cortinas de terciopelo verde, sus pliegues glaseados de polvo blanco, colgaban sobre ventanas que alternaban paneles de cristal verdes y azules. A la luz de la luna brillaban como colores escarchados. Dio un satisfactorio golpetazo—. La cuarta estaba tapada con una tela suspendida. Al principio, todo lo que vio fue la forma de un hombre… Un hombre envuelto en un sucio harapo blanco, agachado en el suelo.
Ella dio un grito seco. No podemos pasar… -Pero debe haber algo… —dijo Jace, su voz cercana a quebrarse—, algo que podamos hacer. Ella estaba en una bodega, despejada y limpia, una sencilla runa enorme garabateada sobre el suelo de piedra. Valentine estaba junto a una ventana, a su lado una mujer joven con brillante pelo rojo. En el centro de la estrella de cinco puntas estaba sentada una mujer de cabello largo y brillante; su forma era delgada y hermosa, su rostro oculto en la sombra, sus brazos desnudos y blancos.
Clary contuvo un chillido… La noche, el bosque, desaparecieron. Ahora estaban en la biblioteca de los Wayland. El Espejo es todo lo que necesito. Jace dio un paso hacia delante, y luego otro. Los ojos de Jace estaban brillantes como discos de oro, llenos de luz reflectada. Su brillo era cegador. Las runas. Las runas titilaban ante ella. Repentinamente Jace se puso a su lado.
Ellos llegaron a la parte de arriba de los escalones y se abalanzaron dentro de la biblioteca. Nuestros padres. Soy en parte demonio, Clary. En parte demonio. Viste lo que Valentine estaba intentando hacer. Soy en parte un monstruo.
En parte todo aquello que he intentando tan duramente extinguir, destruir. Como Magnus. Eso no les hace malvados… -No en parte Grandes Demonios.
No puede serlo. Eso lo explica todo. Mi hermana, mi sangre, mi familia. Los demonios mienten, Clary. Ya sabes, hay algunos tipos de heridas que puedes sufrir cuando eres un Cazador de Sombras, heridas internas por el veneno de demonio. Y lo hice —su voz sonaba sin vida—. Ella no dijo nada. Sea cual sea el precio. O ahora —sus labios estaban contra los suyos—.
Ella lo estaba mirando fijamente ahora. El anillo de Morgenstern. Jace, no. Para un segundo. Sus labios se abrieron por la sorpresa. Estaba mintiendo —sus ojos se suavizaron—. Bueno, eso dice Milton. No devuelvo libros de la biblioteca. Miento a mi madre. Soy completamente normal. Pero luego, precisamente porque era hija de su madre es que aquello era imposible. Su labio se contrajo, y por un momento ella vio otra vez esa luz depredadora en sus ojos, pero ahora mezclada con enfado.
Nunca he dicho que te estuviera utilizando. Dime ahora que no eres un monstruo. Dime que no hay nada malo en ti. Porque yo no tengo sangre de demonio. El viento punzante le puso la carne de gallina en los brazos. Perdiste mi estela. No tenemos otra forma de regresar. Vamos a tener que andar. Esas son las luces de la ciudad. Rodearon una curva y se encontraron caminando por un ancho y sucio sendero que atravesaba una ladera. Columnas de humo ondulaban desde el valle de abajo, como las plumas desplegadas de un pavo real.
Era una mala recompensa por tu amor echar cualquiera de ellos sobre ti. Dijo que se iba a dar un paseo. Me gustan los dibujos. Mira, no es un secreto.
No es que Sebastian haya hecho nada malo. No puede ser bueno para ella estar tan sobreprotegida. Isabelle no le gustaba regodearse en su propio pesar, mucho menos en el de otra gente—.
No es eso. Era Max, de pie en la entrada de la sala de estar. Estaba observando la novela manga situada junto a Sebastian. Hubo un coro de negativas. Es tarde. No, nunca nadie ha hecho eso. El demonio gritaba y gritaba mientras ella tiraba del nudo fuerte y bruscamente. El demonio estaba a medio camino del recorrido que llevaba a la calzada sobreelevada cuando una forma. Su rostro estaba en blanco.
No hizo movimiento para cerrarse la blusa, a pesar de los botones rasgados. Dudaba de que pudiera haber alcanzado a Aline de llevar tacones. Aline estaba aturdida en la parte superior de la escalera. Ella estaba al pie del ancho camino que estaba enfrente de la casa de los Penhallow. Todos los adultos estaban en el Gard. Era imposible, inimaginable. Sonaban como si vinieran de fuera del Gard. Algo va mal. Voces enronquecidas gritando. Los Lightwood. Probablemente, fuego demonio. Alec, para. Estoy bien.
Tenemos que salir de la calle. Ella era Isabelle Lightwood. Demonios en la ciudad —dijo ella—. Las protecciones deben estar desactivadas. Volvamos a la casa. Sus sollozos se volvieron chillidos. La casa estaba a oscuras. Max estaba sentado en el suelo junto a las escaleras, sus brazos rodeando las rodillas. Mira, no tenemos tiempo para recriminarnos a nosotros mismos. Voy a ir tras de Aline. Isabelle, cuida de Max.
Sebastian, termina de asegurar la casa. Lo que digo se cumple —el tono de Alec plano—. Se puso en pie. Ahora vuelvo y te ayudo con las runas, Sebastian. Esta no es mi especialidad. Isabelle, lo siento. Alec atravesaba a toda velocidad las oscuras calles en llamas, llamando a gritos una y otra vez a Aline. Las calles eran como una pintura del Bosco hecha realidad: llenas de criaturas grotescas y macabras, y de escenas de repentina y espantosa violencia. El aire apestaba a humo y a demonios.
Los adoquines centelleaban con los cristales rotos. Un ruido le hizo detenerse. El brujo estaba arrojando lanzas de fuego azul a los demonios; una lanza dio contra el pecho de un demonio que estaba adelantado.
Te he llamado tantas veces y nunca me has devuelto la llamada. No de la forma que yo. Pero no los aparento. Su rostro estaba blanco mientras miraba hacia abajo a la ciudad. Parece un incendio. Nunca se deja abierta. Y las torres demonio han perdido su luz. No te preocupes, Clary. Tienden a dejar tranquilos a los Submundos. Ahora era todo soldado.
Quiero ir contigo. Al lado de ella Jace maldijo una vez, con fiereza. La luz de la espada era cegadora. Y luego se hubieron ido. Y tienes que darle un nombre. Jace la miraba con adusto. Como algo que le hubiera pasado a otra persona. Atravesaron lentamente la puerta, hombro con hombro. Significaba demonios. Mirando hacia arriba, vio que la fortaleza sobre la ciudad estaba coronada por una espiral de humo negro. Algo en su movimiento supurante e invertebrado hizo subir la bilis por la parte trasera de la garganta de Clary.
Se lo comen todo. No estaban solos en la calle. Lo sentimos. No me puedo creer que no me hayas reconocido. Estaba salpicada de sangre e inmundicia. No puedo creer que me haya mascado entero ese demonio. Luke dijo que los Nephilim iban a necesitar nuestra ayuda… —su voz se fue apagando—.
Ellos no son muy amigos de pedir ayuda a Submundos. No lo hizo—. El suelo estaba mugriento por la suciedad, surcado con manchas de barro y sangre. Pero la sala estaba casi sin sonido. Estoy pensando seriamente en ello. Luke era su familia. Ha sido Valentine. Debes saber eso. Algunos de ellos miraban a Luke de frente, otros dejaban caer la mirada, como si estuvieran avergonzados. Lo he hecho para demostrar algo, Malachi. Lucian, sabes mejor que nadie eso. Fuiste uno de nosotros una vez.
Siempre nos hemos enfrentado solos a todos los peligros y guardado al mundo del mal. Ahora nos enfrentaremos al poder de Valentine con nuestras propias fuerzas. Somos Nephilim, luchamos en nuestras propias batallas. Te lo he dicho, podemos ayudaros. Fui a la casa de Valentine. Estaba en la biblioteca como dijiste. No puedo esperar a empezar con estos hechizos. Primero mi madre. Lo prometiste. Aunque, estoy bien. Clary deseaba que Magnus lo guardara… La manera en la que lo estaba sosteniendo, sus letras doradas eran claramente visibles—.
Nada que fuera interesante para un Cazador de Sombras. Lentamente los ojos de Sebastian pasaron de Magnus a Alec. He visto a Clary. Estaba mirando a Sebastian. Le vio sacudir la cabeza una vez, muy ligeramente.
Pero ella estaba segura. Y uno que… Bueno, que mucha gente ha estado buscando durante mucho tiempo. Ese no es Ragnor Fell. Es Magnus Bane. Conoces a Bane. Magnus es mi amigo. Voy a volver con mis amigos. Clary, por favor. Tengo que esperar a Simon —esto era en parte verdad, y en parte una excusa—. Sebastian estaba sacudiendo la cabeza. La ciudad era atacada, y evacuaron el Gard, pero no han sacado a los prisioneros.
Malachi dijo que ambos estaban aliados con Valentine de todos modos. Arriba, al Gard. Puedo ayudarte a sacarlo. Y ahora mismo quiere venir conmigo a salvar a su amigo. Tal vez sea que te esfuerzas tanto en hacer que a la gente le gustes. Pero no me gustas, y no me gusta la forma en la que estabas agarrando a mi hermana. Si ella quiere subir al Gard y buscar a Simon, bien.
No contigo. Ambos miraron a Clary. Las manos de Simon estaban negras de sangre. Al otro lado de la pared de la celda, Samuel estaba rezando. La voz era la de Clary.
Simon se puso en pie de un salto. Dudaba que su mente pudiera evocar eso. Mientras se acercaba, los objetos blancos. Sorprendido hasta el punto de llegar a ser obediente, Simon se hizo a un lado. Jace, Clary y Alec. No puedo creerlo. Morir quemado. Tenemos que sacar a Samuel. Samuel… estaba en la celda de al lado. No hubo respuesta. Dio con los barrotes, que se soltaron con violencia de sus uniones y cayeron dentro de la celda de Samuel.
Samuel dio un grito sordo. Samuel estaba sentado de forma encorvada sobre el suelo, las manos abiertas sobre su cara. Aparta las manos de la cara. No, por favor. Su rostro estaba medio cubierto por una densa barba gris pajiza, los ojos sumergidos en oscuros huecos, sus mejillas surcadas con arrugas. Pero, no puede ser. Te hace creer que es alguien que no es. Jace, espera. El de Valentine—. Alec estaba mirando de Jace a su antiguo tutor sin entender nada.
Matarme yo mismo, tal vez. Debiste saberlo. Abandonarnos a todos nosotros. Siempre has estado del lado de Valentine. Pero no hay lugar que pueda considerarse un hogar cuando no se te permite abandonarlo nunca. A veces pasaban semanas sin hablar a otro adulto. Esto no va contigo.
Una vida. Un lugar en el mundo. No lo hizo. Ni Nephilim, ni Submundo. Entonces me di cuenta. El Espejo es el lago. El lago es el Espejo. Ellos son la misma cosa. Puedes decirle a la Clave lo que nos acabas de contar.
Hodge se puso en pie de forma precaria. Porque tal vez, por cada mentira que me cuentes, te corte un dedo. O dos. Esto es propio de tu padre. No es propio de ti. No miraba a su amigo, pero su tono era como el tacto de una mano llena de pesar—.
Ella dio un paso al frente. Lo miraba sin poder hacer nada, su rostro salpicado con la sangre de Hodge. Tengo que alejarme de ella. Jonathan… -Jace —dijo Jace casi en un susurro—. No era un Cazador de Sombras; era un traidor.
La sangre surcaba sus ropas. Eres un asesino. Estaba preocupado. Y no bien. Como si no acabara de cometer un asesinato—. Porque ella me quisiese. Lo de quererte, quiero decir. Es bastante atractivo; debes haberlo notado. Porque lo es. Sois repugnantes. Hasta ahora.
Sus manos no titubeaban mientras apuntaba a Sebastian. Los ojos de Alec se estrecharon. Jace estaba tendido a escasos metros de ella, completamente quieto. No esperaba ser tan afortunado de conseguir hacerlo con dos. Era Simon. Sus brazos se estaban estrechando alrededor del cuello de Sebastian, los blancos incisivos brillando como agujas de hueso. Jace estaba a escasos metros de Sebastian.
Pero estoy dispuesto a intentarlo. Las lesiones en la cabeza pueden ser. Fue un error. Jace, nunca he visto a nadie superarte de esa manera. Yo no lo esperaba.
Pero Sebastian es definitivamente fuerte. El aspecto de Jace era adusto. No podemos abandonarlo simplemente. Alec ni siquiera fue a ofrecerle una. Pero no vieron demonios. Ser hijo de Valentine, no te hace un monstruo. No ahora, ni nunca. Una noche de tanto dolor para todos.
Aunque Clary estaba medio preparada para un ataque, ellos no vieron un solo demonio mientras atravesaban las calles. Ellos se estaban turnando para aguijonearlo con palos largos y afilados.
Su mareo estaba yendo a peor. Sobre ella, las estrellas eran vetas pintadas de blanco sobre el cielo. Ella puso una mano contra un pilar cercano para sostenerse. Le estaba diciendo algo a Jace, sonando preocupado. Los demonios simplemente se dieron la vuelta y se marcharon, simplemente desaparecieron. Mostrad respeto. Simon la sostuvo. La noche terminaba. Walk: camine, pase.
Es hora de traer los cuerpos al interior. Incluyendo a Max. Eso no importaba. No pienses en ello. Para ti. De ninguna manera. Aparentas querer preguntarme algo. Eso es lo que hay. Y la gente, ya sabes. Pero no la he tenido. Tengo a mi familia. Y te tengo a ti. La gente no nace buena o mala. Era su secreto, no el de ella. Ella estuvo a salvo de decir nada en absoluto cuando llamaron fuertemente a la puerta.
Clary deseaba que no lo hubiera hecho. Mira, no he visto a ninguno de ellos. No desde la batalla. Ella estaba realmente alterada. Tu primo. Y si ha hecho eso con Sebastian… -Entonces, puede haber otros —dijo Aline—. La gente le escucha. Eso es lo que dicen mis padres. Especialmente a Isabelle. No pude detenerme. No es culpa tuya. Fue… un experimento. Sin embargo, no tienes que preocuparte. Pero, eh, al menos no tienes que preocuparte por Jace. La fuente central estaba seca, y a uno de sus lados estaban alineados largos bancos en hileras que miraban a un estrado elevado en el fondo de la sala.
Clary captaba fragmentos de conversaciones mientras ella y Simon atravesaban la sala: las torres demonios estaban funcionando otra vez. No sin poner en peligro cualquier alianza que la Clave quisiera tener con los Submundo en el futuro, de todas formas. Este es Sebastian Verlac. El verdadero Sebastian Verlac. Nadie tiene el pelo de ese negro. Dijo que la gente te escucha. Justo estaba hablando con Patrick Penhallow, de hecho. Valentine fue muy amigo suyo en aquellos tiempos y puede que haya tenido controlada a la familia Penhallow de una manera u otra desde entonces.
Desafortunadamente, los Lightwood no van a tomar parte en el Concilio hoy. Quien quiera que fuera Sebastian en realidad, no es pariente de sus amigos. Deben de haber estado involucrados varios de ellos, al menos, en desactivar las protecciones. Excepto que Valentine haya descubierto una forma. Desafortunadamente, la Clave siempre ha confiado demasiado en sus protecciones. En estos momentos es el menor de nuestros problemas.
Las protecciones se han vuelto a activar, pero ya sabemos que no son infalibles. Un hombre estaba en la entrada, enmarcado con el brillo de la luz del sol del exterior. Iba desarmado. Sus ojos la barrieron una vez, con indiferencia, como si le estuviera tomando medidas; pasaron totalmente por alto a Simon, y fueron a descansar sobre Luke. Una pena, eso.
Desactivaste las protecciones. Enviaste los demonios. Los ojos de Luke eran de un grave azul. Pero te conozco, Valentine. Y no deseo regodearme. No me divierte causar la muerte de Cazadores de Sombras; ya hay muy pocos de nosotros en un mundo que nos necesita desesperadamente. Y justo como predije, todo eso ha venido a pasar. El Gard quemado hasta sus cimientos, el Portal destruido, nuestras calles inundadas de monstruos.
No aseguran a los medio humanos un lugar en el Concilio. No de los Nephilim. Los Nephilim nacen para ser guerreros, para proteger al mundo, pero el mundo odia a los de tu clase. El pensar en su nombre era un dolor agudo. Por el bien de tu hermano, si no por el tuyo propio.
Me arrebataste a Stephen. Destruiste a mi familia.
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